En el marco del Programa de Capacidades LAC Reads de USAID, Loli Estrada, psicóloga especialista en desarrollo en Primera Infancia e investigadora asociada en CIASES, escribió un interesante artículo con el objetivo de apoyar a madres y padres de familia con insumos y consejos para entender a nuestros niños y niñas en medio de la crisis nacional y aportar a la preservación de su salud emocional y mental.
Autor: Loli Estrada
¿Qué necesitan nuestras niñas y nuestros niños en la situación actual de Nicaragua?
Ninguna situación social que produce estrés en adultos y niños es idéntica, de manera que no existen formas únicas para su manejo adecuado. Tampoco las personas contamos todas con las mismas herramientas para enfrentar eventos dolorosos y angustiantes. Tomando en cuenta que cada niña, niño o adulto es “un mundo” y que como país estamos viviendo una situación bastante impredecible, las siguientes recomendaciones no pretenden ser una fórmula única para actuar con nuestra niñez. Se trata más bien de ofrecer ideas que nos ayuden a ver la perspectiva del niño y la niña en estos momentos, las que podemos adaptar según nuestras propias condiciones.
¿Qué ideas nos ayudan a comprenderlas y comprenderlos en esta situación?
- Las niñas y los niños son altamente sensibles a todo cambio en sus vidas cotidianas, en la familia y su comunidad. Y que reaccionarán a estos cambios de maneras diferentes en dependencia de su edad, de sus propias formas de lidiar con situaciones difíciles y de nuestras reacciones como adultos. Urge que los adultos seamos sensibles para “leer” lo que expresan a través de sus gestos, llantos, emociones, movimientos, o palabras, y que nos coloquemos en sus zapatos para responder a estos adecuadamente.
- Son especialmente vulnerables ante situaciones de crisis y violencia. ¿Por qué? Porque en estos casos no tienen herramientas para comprender lo que pasa, aún están desarrollando sus habilidades para enfrentar la vida y sus dificultades, no están en capacidad de reducir la amenaza o resguardarse solos de la situación.
- Son especialmente receptivos ante el amor y la protección. El “idioma” privilegiado de los niños y las niñas para convivir y desarrollarse en cualquier situación, son el afecto y la confianza en sus adultos cercanos. En situaciones de crisis, se hace mucho mayor su necesidad de contar con la serenidad adulta, los besos, abrazos, el acompañamiento, las palabras tranquilizadoras, la explicación sobre las medidas de seguridad con ellas y ellos, con la familia y la comunidad.
- Necesitan ser escuchados y escuchadas. Como adultos, a veces tenemos la tendencia de ser nosotros quienes llevamos la palabra en el día a día, o en situaciones de crisis. Posiblemente necesitamos comprender que las niñas y los niños tienen más posibilidades de madurar psicológicamente y aprender a enfrentar las dificultades si encuentran en nosotros a alguien que les escucha. ¿Por qué? Porque escucharles significa para ellas y ellos que su palabra tiene un lugar en nuestras vidas, que son personas importantes y capaces, que su visión infantil es apreciada y valorada, que puede compartir sus miedos sin temor a ser descalificado/a. Y sobre todo, que puede pedir protección y afecto sin restricciones, ya sea con gestos o palabras.
- Tienen capacidad de comprender situaciones difíciles. En tiempos pasados no se conocían como hoy las grandes posibilidades que tienen las niñas y los niños para intuir y comprender situaciones que a nuestra vista parecen complejas para ellos. Por esta razón, se acostumbraba a separar a los pequeños y pequeñas de las ruedas de adultos, o se les ocultaba información que se creía inoportuna para ellas y ellos. Hoy sabemos que si les damos explicaciones adecuadas a su edad y personalidad, son capaces de asimilar y convivir eventos difíciles. Más bien callar o mentirles sobre lo que pasa, incrementa su confusión y ansiedad.
- Se mantienen deseosos de juego y normalidad. Precisamente, las niñas y los niños tienen una alta capacidad reparadora. Nuestra serenidad y amor, aunque tengamos momentos iniciales de descontrol, les permitirá que ellas y ellos vuelvan al juego, exceptuando situaciones altamente traumáticas en las que se requiere una atención especial. El juego es el otro idioma infantil, es su manera de aprender a convivir, de conocer reglas, de regular emociones, de enfrentar tristezas, no es necesario hacerles sentirse culpables por querer jugar. También necesitan regresar a sus rutinas de vida, ojalá lo más pronto posible y según lo permitan las condiciones de crisis. A mayor tiempo de anormalidad en sus rutinas, mayor impacto negativo del estrés.
- Pueden ser solidarios y aprender en situaciones de estrés. Si bien es cierto que necesitan amor y protección, también ellas y ellos tienen capacidad de contribuir en condiciones sociales de estrés. Esta idea tampoco era popular anteriormente. Se pensaba sobre los niños y las niñas como personas sobre todo vulnerables. Hoy sabemos que su participación activa en la familia, en la escuela y su comunidad es fuente de gran desarrollo, además de ser un derecho. Por supuesto, hablamos de una participación adecuada a sus edades y a sus formas de ser particulares. En condiciones de estrés, se sienten útiles, capaces y más seguros si les facilitamos maneras de apoyar a otros. Y sobre todo, si nosotros mismos nos comportamos de manera solidaria con quienes lo necesitan.
¿Qué podemos hacer para acompañar a las niñas y los niños en esta situación de crisis?
Cuando son bebés
- Nuestro foco para hacerles sentirse seguros será el afecto, junto con los arrullos y las palabras tranquilizadoras: “Estoy aquí para quererte y cuidarte siempre”. A esto le llamamos contención emocional. Aunque no comprendan el significado del lenguaje, perciben muy bien nuestro tono tranquilizador, de manera que ante una situación de crisis aguda que nos afecta a nosotros mismos, necesitamos serenarnos para ellas y ellos. Si no lo logramos, es mejor que una persona que mantenga la calma se encargue en un momento de mucha tensión o en el día a día si fuese necesario.
- Atendamos su llanto siempre, o sus expresiones de temor. El llanto es su manera de comunicarnos lo que siente, no es señal de debilidad. Tomémoslo/a en brazos hasta que se calme. Si no podemos hacerlo en ese momento y la situación no es muy grave, podemos hablarle o cantarle, haciéndole gestos expresivos que pueda percibir.
- Organicémonos en familia para que siempre tenga alguien con quien interactuar. Los adultos estamos en estos días altamente concentrados en las noticias, los celulares, la televisión y puede ser que la niña o el niño sufran desatención. Si bien es cierto que no podemos decretar estar ajenos a lo que pasa en el país, podemos buscar formas dentro de la familia para turnarnos el cuidado y juego con ellas y ellos.
- Alejémosles de situaciones o imágenes violentas. No llevemos a nuestros bebés a manifestaciones y no permitamos que tengan acceso a videos o fotos que expresen violencia. No están en capacidad de confrontar a esa edad este tipo de situaciones y el riesgo de que afecte su estado emocional es alto.
- Mantengamos las rutinas diarias y las interacciones positivas con las niñas y los niños. Aunque la situación del país le resta regularidad a nuestras vidas, procuremos ofrecerle a ellas y ellos la mayor normalidad posible: deben comer y dormir a sus horas, realizar los juegos que les gustan, reír, hacer actividades físicas, estar con adultos que le dan seguridad tal como sucede en su vida cotidiana. Puede ser que no lo logremos en un cien por ciento, hablamos acá de la mejor situación posible para cada familia.
- Hablemos con él o ella sobre la situación en forma adecuada. Si hay situaciones de estrés por disparos, ruidos, gritos, u otros que inevitablemente perciben, no debemos actuar como si no pasa nada. Aunque aún no comprenda todo lo que decimos, hablemos de sus reacciones y de lo que estamos viviendo en forma calmada y con palabras sencillas, especialmente expresando que comprendemos su temor: “Sí, yo sé lo que te pasa, hay mucho ruido afuera y te da miedo. No voy a dejar que te pase nada”.
- Tratemos de juntarlos con otros niños y niñas y hagamos actividades atractivas con ellas y ellos. Quizá esta recomendación la seguimos en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, en días de tensión y estrés tendemos a omitirlas. Manteniendo medidas de seguridad, es necesario que mantengan contacto con sus pares y otros adultos, en situaciones de juego, contando o leyendo cuentos, usando los títeres, pintando, dándoles material que les atraiga, otros. Podemos dramatizar cuentos cortos a través de los títeres, en los que un personaje en situación de estrés sale adelante con apoyo de otros. Es importante que hagamos énfasis en las acciones de solidaridad entre personajes de nuestros cuentos o en los juegos.
- Manteniendo las medidas de seguridad, procuremos que vayan a sus centros educativos si están participando en alguno o a otra actividad alternativa lo más regularmente posible.
- En caso de pérdida de un familiar: mucha atención, afecto, explicación sencilla y amorosa. El bebé percibe esencialmente la ausencia de una persona cercana, si es muy pequeño no está lista o listo para comprender la muerte. Requiere de inmediato que una persona lo más cercana posible asuma su cuidado, amor y protección, estas son sus formas iniciales de relacionarse y comprender el mundo. De esa presencia amorosa y atenta dependerá su capacidad para salir delante de una adversidad como la muerte temprana de una persona cercana. También en este caso caben las palabras sobre alguien que ya no está, “no puede venir”, seguidas del “yo estoy aquí para quererte y cuidarte”. Si la pérdida es de una persona menos cercana pero conocida y percibida por la niña o el niño, también será necesaria una explicación similar.
Cuando están entre los tres y los seis años
- Aunque sean mayores, debemos darles contención emocional y explicaciones claras y accesibles sobre lo que está pasando. Después de los tres años siguen necesitando la seguridad y serenidad que les da el adulto cercano, aunque podemos delegar un poco más en otras personas que tengan la capacidad de establecer un buen vínculo con las niñas y los niños. Como ya hablan y quieren comprender, harán preguntas sobre los sucesos. Demos suficiente importancia a sus inquietudes, hablémosles cara a cara explicándoles en forma corta, sin mayores detalles sobre la situación política que está causando las tensiones en el país. Es importante que escuchen sobre los desacuerdos entre los grupos sociales, podemos decirles lo que pensamos, lo que nos parece incorrecto, pero evitemos expresiones de violencia. Somos su fuente de amor y protección, tratarán de imitarnos y aprender de nosotros desde muy temprano. Ya tendrán tiempo de conocer más sobre política y tomar sus propias posiciones.
- Deben regresar a sus rutinas lo más pronto posible. Tanto en casa como en la escuela, es vital que retomen sus formas de vivir el día a día: sueño, alimentación, higiene, etc. La escuela es también un espacio para normalizar en lo posible la vida, y también les permite hablar con sus pares sobre lo vivido.
- Creemos ambientes para que expresen emociones y conversen. Lejos de ocultar lo que pasa, será necesario facilitar que expresen sentimientos y emociones, ya sea hablando, dibujando, o en juegos de dramatización. Por lo general no organizamos espacios de expresión como estos, ya que en situación de normalidad es más fácil manejar las emociones cotidianas. Pero en situaciones de crisis, los adultos debemos facilitar situaciones ojalá diariamente, que permitan a los niños y las niñas expresarse con confianza. Es necesario que demos valor a sus preguntas, que no desestimemos sus distintas formas de comunicar lo que sienten, y que les respondamos cuantas veces vuelvan con el tema.
- Mantengamos y promovamos el juego y el humor. Aunque nos parezca contradictorio, el juego y el humor sirven al niño para tomar sana distancia de las situaciones de dolor y estrés que afectan su desarrollo. No se trata de que desconozcan la realidad; son estrategias para apoyar su fortaleza cuando enfrentan la adversidad.
- Expliquemos la pérdida de un familiar u otras personas. En esta edad hay mayor comprensión sobre la ausencia permanente de una persona, y por tanto la niña o el niño harán preguntas directas sobre la muerte. Insistimos en no ocultar esta realidad, hay que explicarla en forma accesible para ellas o ellos, necesita saber que la persona no regresará más y que cuenta con otra cercana amorosa y segura para ella o él. En esta edad ya es posible hablar sobre la persona perdida, recordar lo vivido con esta y estar siempre listos para dar contención al dolor según su cercanía con el niño o la niña. Podemos también promover ritos como guardar silencio por un tiempo corto mientras recordamos a la persona.